Foto: Cassandra López
La 1:15 del día, buena hora
para pensar en que comer, al menos eso pensaba hasta que recibí una llamada, invitándome
a comer, mi emoción fue inmediata pues cocinar no se me da muy bien y como dice
mi papá si es regalado hasta un balazo, aunque no comparta ese gusto por el
regalo que él dice.
Me cambie rápidamente y salí
a la parada de camiones, el sol quemaba como suele quemar aquí en Mazatlán,
espere debajo de un árbol frondoso donde el aire corría con suavidad, porque si
algo tiene este puerto es que por más calor que haga siempre debajo de un árbol
sientes una corriente de aire fresca que compensa un poco el día soleado. Llega
mi amigo muy casual con un short cosa que me sorprendió porque suele usar solo
pantalones pero sin duda el tiempo amerita ya andar con menos ropa; me saluda y
nos subimos a un camión sin saber a dónde me dirigía me subo y miro por la
ventana preguntándole a donde vamos, él solo se limita a decirme que ya lo veré
y cuando dice eso de nada sirve seguir preguntándole.
Después de un viaje corto de
10 min. Nos bajamos en la orilla de la carretera internacional, el calor se sentía
más con el rugir de motores de carros y tráilers;
-¿Qué hacemos aquí pregunte?,
- Solo date la vuelta, gire
un poco y vi el restaurante de mariscos La Corona no entendía porque pero iba a
comer en ese lugar que tantas veces había mencionado, hacía ya 4 años que no iba a comer mariscos
por una u otra razón, la última vez fue cuando salí de la preparatoria para
festejar ese logro, y un año sin comer mariscos algo extraño para ser una
persona de Mazatlán; me sentía en el cielo porque los mariscos son mi comida
favorita aunque no los coma tan seguido como me gustaría, ese día estaba
literalmente en el cielo o al menos mi cielo.
¡Feliz no cumpleaños! Grito alzando
los brazos al cielo, si claro sombrerero loco le dije riendo.
- La cosa esta así Cassandra,
estamos aquí y ya no te puedes ir, así que a comer se ha dicho.
Entramos y el ambiente era
fresco, aunque hacia unos minutos moría de calor, corría esa corriente de aire
que solo bajo los árboles sentía, la música de banda sonaba de fondo y un
mesero se acercaba para darnos una mesa, un joven amable, bajito, moreno con su
uniforme muy bien planchado nos daba los menús con gran alegría ofreciéndonos bebidas
para iniciar, no lo pensé mucho y le pedí una piñada, el joven se retiró y yo
me concentre en ver el menú, había gran variedad, tanta que no sabía que
elegir, campechanas, ceviche de sierra, callos de hacha, camarones al mojo de
ajo, camarones al chipotle, con crema de champiñón, imperiales, filete de
pescado, pulpo zarandeado, pescado zarandeado, camarones Charly, al ajillo, en fin muchísimos platillos, que entre más veía más hambre me daba y mi boca se hacía
agua, no sabía que elegir y aunque le preguntara a mi amigo no salía de mi
problema, quería todo.
Cuando regresa el mesero mi
amigo ordena camarones Charly y una campechana, yo pido una campechana y al platillo
que le tocara 18 como cuando era niña, así que unos camarones al mojo de ajo
fue lo que el destino me eligió.
5 minutos después las
campechanas habían llegado, el caldo delicioso y más cuando le agregue salsa y limón
el sabor era perfecto, los camarones de un tamaño que no esperaba porque por lo
general en otros establecimientos son pequeños pero esta campechana estaba muy
bien “reportada” como decimos, la banda seguía sonando de fondo a un volumen
que permitía platicar sin gritar y escuchar a tu acompañante. Platicar no fue
mi opción pues estaba concentrada en disfrutar cada bocado, no iba ni a la
mitad cuando llegaron los platillos, los camarones al mojo de ajo olían
delicioso y se veían igual de ricos,
dicen que de la vista nace el amor y yo me había enamorado ese instante. Acompañados
de arroz, puré de papas y verduras al vapor, una ligera estela de humo emanaba de los
platillos, los camarones Charly no fueron la excepción, camarones cubiertos con
tres quesos igualmente acompañados con verduras al vapor y arroz. Totopos,
galletas saldas, tortillas hechas a manos, salsa brava, captsup, etc. Eran algunas
de las cosas con las que podíamos combinar cada platillo.
Bocado tras bocado deseaba
que no se terminara pero cada vez veía menos camarones así que no me quedaba más
que resignarme y terminar de comer. Cuando por fin termine recordé que venía
acompañada, mi amigo solo se reía porque nunca había visto a una persona que
disfrutara tanto la comida y es qué lo a meritaba, todo estaba delicioso, que no
me quería ir aunque estuviera llena, él pidió la cuenta y yo solo deseaba tener
un estómago más grande para pedir más.
Terminando de pagar nos
esperamos unos minutos viendo una pantalla que estaba al fondo, la película era
furia en dos ruedas, ambos ya la habíamos visto así que no duramos mucho y nos fuimos,
amablemente nos dieron las gracias dos meseros que estaban en la salida y nos
invitaron a regresar pronto. Un paso fuera y ya sentía el calor sofocante que
horas antes me había atacado pero no me quedo de otra que resignarme y pensar
en que pronto regresaría.
Dirección: Carretera internacional, frente a la corona.
https://www.facebook.com/MariscosLaCorona?fref=ts
Dirección: Carretera internacional, frente a la corona.
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Por: Cassandra López Batidas
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