sábado, 3 de mayo de 2014

La Corona

     

Foto:  Cassandra López

La 1:15 del día, buena hora para pensar en que comer, al menos eso pensaba hasta que recibí una llamada, invitándome a comer, mi emoción fue inmediata pues cocinar no se me da muy bien y como dice mi papá si es regalado hasta un balazo, aunque no comparta ese gusto por el regalo que él dice.

Me cambie rápidamente y salí a la parada de camiones, el sol quemaba como suele quemar aquí en Mazatlán, espere debajo de un árbol frondoso donde el aire corría con suavidad, porque si algo tiene este puerto es que por más calor que haga siempre debajo de un árbol sientes una corriente de aire fresca que compensa un poco el día soleado. Llega mi amigo muy casual con un short cosa que me sorprendió porque suele usar solo pantalones pero sin duda el tiempo amerita ya andar con menos ropa; me saluda y nos subimos a un camión sin saber a dónde me dirigía me subo y miro por la ventana preguntándole a donde vamos, él solo se limita a decirme que ya lo veré y cuando dice eso de nada sirve seguir preguntándole.


Después de un viaje corto de 10 min. Nos bajamos en la orilla de la carretera internacional, el calor se sentía más con el rugir de motores de carros y tráilers;
-¿Qué hacemos aquí pregunte?,
- Solo date la vuelta, gire un poco y vi el restaurante de mariscos La Corona no entendía porque pero iba a comer en ese lugar que tantas veces había mencionado,  hacía ya 4 años que no iba a comer mariscos por una u otra razón, la última vez fue cuando salí de la preparatoria para festejar ese logro, y un año sin comer mariscos algo extraño para ser una persona de Mazatlán; me sentía en el cielo porque los mariscos son mi comida favorita aunque no los coma tan seguido como me gustaría, ese día estaba literalmente en el cielo o al menos mi cielo.


¡Feliz no cumpleaños! Grito alzando los brazos al cielo, si claro sombrerero loco le dije riendo.
- La cosa esta así Cassandra, estamos aquí y ya no te puedes ir, así que a comer se ha dicho.
Entramos y el ambiente era fresco, aunque hacia unos minutos moría de calor, corría esa corriente de aire que solo bajo los árboles sentía, la música de banda sonaba de fondo y un mesero se acercaba para darnos una mesa, un joven amable, bajito, moreno con su uniforme muy bien planchado nos daba los menús con gran alegría ofreciéndonos bebidas para iniciar, no lo pensé mucho y le pedí una piñada, el joven se retiró y yo me concentre en ver el menú, había gran variedad, tanta que no sabía que elegir, campechanas, ceviche de sierra, callos de hacha, camarones al mojo de ajo, camarones al chipotle, con crema de champiñón, imperiales, filete de pescado, pulpo zarandeado, pescado zarandeado, camarones Charly, al ajillo, en fin muchísimos platillos, que entre más veía más hambre me daba y mi boca se hacía agua, no sabía que elegir y aunque le preguntara a mi amigo no salía de mi problema, quería todo.


Cuando regresa el mesero mi amigo ordena camarones Charly y una campechana, yo pido una campechana y al platillo que le tocara 18 como cuando era niña, así que unos camarones al mojo de ajo fue lo que el  destino me eligió.
5 minutos después las campechanas habían llegado, el caldo delicioso y más cuando le agregue salsa y limón el sabor era perfecto, los camarones de un tamaño que no esperaba porque por lo general en otros establecimientos son pequeños pero esta campechana estaba muy bien “reportada” como decimos, la banda seguía sonando de fondo a un volumen que permitía platicar sin gritar y escuchar a tu acompañante. Platicar no fue mi opción pues estaba concentrada en disfrutar cada bocado, no iba ni a la mitad cuando llegaron los platillos, los camarones al mojo de ajo olían delicioso y se veían igual de  ricos, dicen que de la vista nace el amor y yo me había enamorado ese instante. Acompañados de arroz, puré de papas y verduras al vapor,  una ligera estela de humo emanaba de los platillos, los camarones Charly no fueron la excepción, camarones cubiertos con tres quesos igualmente acompañados con verduras al vapor y arroz. Totopos, galletas saldas, tortillas hechas a manos, salsa brava, captsup, etc. Eran algunas de las cosas con las que podíamos combinar cada platillo.

Bocado tras bocado deseaba que no se terminara pero cada vez veía menos camarones así que no me quedaba más que resignarme y terminar de comer. Cuando por fin termine recordé que venía acompañada, mi amigo solo se reía porque nunca había visto a una persona que disfrutara tanto la comida y es qué lo a meritaba, todo estaba delicioso, que no me quería ir aunque estuviera llena, él pidió la cuenta y yo solo deseaba tener un estómago más grande para pedir más.


Terminando de pagar nos esperamos unos minutos viendo una pantalla que estaba al fondo, la película era furia en dos ruedas, ambos ya la habíamos visto así que no duramos mucho y nos fuimos, amablemente nos dieron las gracias dos meseros que estaban en la salida y nos invitaron a regresar pronto. Un paso fuera y ya sentía el calor sofocante que horas antes me había atacado pero no me quedo de otra que resignarme y pensar en que pronto regresaría.


Dirección: Carretera internacional, frente a la corona.
https://www.facebook.com/MariscosLaCorona?fref=ts 


Por: Cassandra López Batidas


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